Tarde de lecturas, (2008) xilografía de Marinés Tapia Vera, 1er premio de Grabado del LIII Salón de Artes Plásticas Manuel Belgrano

El rastreador

El rastreador recorre bibliotecas concretas y virtuales buscando esos textos que alguna vez tenemos que leer.

domingo, 20 de junio de 2010

El profesor de rumano

Esta es la historia de Jordi, uno de Barcelona que conocí en los ochenta. Venía de parte de unos amigos catalanes, gente solidaria del exilio. Divertido y seductor, rápidamente conquistó a Rosarito, la más difícil de mis primas. Solíamos caminar por las calles de Coghlan disfrutando de su humor corrosivo, capaz de bromas pe­sadísimas. Una vez le cuestioné esa costumbre, y él respondió que no podía evitarlo. Me contó entonces que en ple­na transición posfranquista, en tiem­pos de Adolfo Suárez, él estaba varado en Londres sin trabajo y sin pesetas, y a punto de ser expulsado de la pensión por falta de pago. Perdida toda esperan­za y mientras pensaba cómo regresar a Barcelona, un día leyó en un diario el aviso de un ejecutivo que necesitaba aprender rumano en un mes, para radi­carse en Bucarest como representante de una gran empresa británica. Jordi vio la oportunidad en el acto: se pre­sentó y consiguió el puesto, y hasta unas libras de adelanto con las que zafó de su mala situación. Desde el día si­guiente, con toda responsabilidad y du­rante cuatro semanas, Jordi visitó tres horas diarias al atildado ejecutivo in­glés en su oficina, y le enseñó a hablar bastante bien... en catalán. Y el día de la partida lo acompañó hasta el aeropuer­to a tomar el avión que lo llevaría a su nuevo destino comercial: Bucarest.

Meses después se fue de la Argenti­na. Suele enviarme postales. La última, desde California: dice que le está en­señando rumano a un tipo de la IBM.

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