Tarde de lecturas, (2008) xilografía de Marinés Tapia Vera, 1er premio de Grabado del LIII Salón de Artes Plásticas Manuel Belgrano

El rastreador

El rastreador recorre bibliotecas concretas y virtuales buscando esos textos que alguna vez tenemos que leer.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Excelsum Superbum

Recién empezaban a rozarse, por encima, los ligustros disciplinados. Era una alameda joven. Cuando su hija nació, él había plantado los arbolitos con esmero, uno por uno, atando al primer ejemplar una placa de hojalata con la nomenclatura precisa y la fecha.
Aquella podría haber sido una media mañana cercana al otoño. Corrían los dos. Él de espaldas, para atrás. La pequeña se esforzaba en la carrera más por no verlo alejarse que por ganar. Al final, ella ganaba siempre y aupada por el padre, presunto perdedor, tomaba como trofeo la boina vasca y la lanzaba al aire. Los dos reían con una risa idéntica.
La mañana de la que hablo, esa del otoño que alborea, tal vez queriendo eternizar aquel minuto de triunfo y exclusividad, le preguntó:
-¿Podemos casarnos, papá?
El la abrazó fuertemente, como abraza un padre que ha plantado árboles. Después, la bajó con extrema delicadeza y acuclillado a su altura intentó una respuesta:
-Ya me he casado con tu mamá.
Silencio.
Con levedad se movieron las hojas y las manchas del sol vacilaron sobre el suelo.
-Bien. Cuando crezcas lo vamos a hablar.
Aún cuelga de una rama baja, en el primer árbol, la placa de hojalata:
Ligustrum Excelsum Superbum
0-10-1947
Nunca me he casado.

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